Todos queremos ser felices. Cuanto hacemos responde al deseo, consciente o inconsciente, de alejar de nosotros el dolor y el malestar, y a proporcionarnos, en cambio, gozo y alegría. Dios mismo puso ese anhelo en nuestro corazón. Nos creó para la felicidad. Estamos “programados” para buscarla. San Agustín los expresó con belleza: Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón inquieto hasta que no descanse en ti.
Queremos ser felices…pero ¿cómo?. La felicidad no es cuestión de gustos. No se la encuentra de “cualquier manera”. No se puede ser feliz mientras el corazón se aparta del Señor. Por el contrario, es feliz el que pone en el Señor su confianza.
Los criterios de Dios los expone Jesús en las Bienaventuranzas: El Evangelio no es neutral. Muy claramente “felicita”, y reprende a otros con expresiones bastante duras.
Para el cristiano, el “secreto” de la felicidad no es “secreto”: se es feliz al lado del Señor, se es infeliz lejos de él. Vale la pena pensarlo.
(LOS 5 MINUTOS DE DIOS)
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