Para los cristianos hay un libro que es la expresión de toda su fe: el Evangelio.
Pero con el Evangelio no se puede jugar a las margaritas: ”Evangelio, sí, Evangelio, no; Evangelio ahora sí, Evangelio ahora no”.
Al Evangelio no se le pueden subrayar páginas o frases; todo el Evangelio en su integridad ha de ser subrayado, porque todo el ha de ser vivido en toda su plenitud, en toda dimensión, en todas sus variadas vertientes y aplicaciones vitales.
Se ha escrito un libro con el título de Evangelios molestos; es que, si nos ponemos a vivirlo en toda su plenitud, toda el Evangelio es molesto, por la sencilla razón de que para cumplirlo debemos esforzarnos, negarnos y siempre resulta molesto, negarse a sí mismo y a sus gustos y conveniencias.
El Evangelio no pasó “en aquel tiempo”, sino que debe pasar “en este tiempo”; no se predicó “para aquellas gentes”, sino que se predica “para nosotros”.
El Evangelio no se nos puede caer de las manos; hay que hacer de él “una constante revisión de vida”, hasta llegar a “ver, juzgar y actuar” según sus normas y su espíritu.
(LOS 5 MINUTOS DE DIOS)
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