Todos estamos siempre en busca del dinero; sin embargo, no nos ponemos de acuerdo sobre el valor del dinero, pues mientras para unos es un vil metal, para otros es “el poderoso caballero, Don Dinero”.
Que no se puede vivir sin la billetera lo saben desde el acaudalado hasta el ama de casa que va a la feria para hacer las compras. No es lo serio la posesión o la carencia del dinero, sino la posición que el hombre adopta frente al dinero.
Utilizar el dinero, hacer rendir el dinero, emplear para el bien el dinero, es una cosa; convertirse en esclavo del dinero, no vivir sino con la mente fija en él, obsesionado por él, eso es otra cosa.
La Biblia no nos hace falta para conseguir el dinero, pero sí para saber utilizar el dinero, para poner el dinero a nuestra disposición y bienestar de la sociedad, y no ponernos a nosotros a disposición del dinero. Al fin, llegamos a convencernos de que cuanto más posee el hombre, menos se posee a sí mismo; el hombre que sólo posee dinero no pasa de ser un pobre hombre.
“Las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra de Dios” (Mt, 13, 22). “Lo poco del justo vale más que la mucha abundancia del impío” (Salmo 37, 16).
(LOS 5 MINUTOS DE DIOS)
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